A continuación os ofrecemos unos fragmentos de los relatos ganadores del Concurso "Cañada Real- Manuel Ibáñez Pastor". Que los disfrutéis.
GANADOR
PRIMER CICLO:
Julio
César Nora de 2º B.
“60
AÑOS TRAS LA GUERRA”
Estaba
amaneciendo y mi hermano Isidre llevaba más de una hora recordándome
que había sido él quien se había quedado, la noche anterior, en la
choza que mi padre había construido para vigilar la cosecha de las
tierras situadas al este del pueblo:
-
Andreu, sabes que padre nos encomendó que cuidásemos de las
cosechas, y yo debo acercarme a casa del médico para que venga a ver
a madre que lleva muchos días padeciendo fiebres.
Comprendí
que Isidre llevaba razón. Tras desayunar, salí de casa y me dirigí
a las tierras; me quedaba una hora de camino. Nunca pensé que esa
sería la última vez que vería a mi madre y a Isidre.
El
cielo estaba sereno, se apreciaba el débil canto de los pájaros y
una brisa fresca acariciaba la hierba de los pastos. Me alzaba ya
sobre la cumbre más alta, tan solo me quedaba descenderla y llegaría
a mi destino.
De
pronto y por sorpresa, comencé a escuchar el sonido de los aviones
sobrevolando Horta de Sant Joan (mi pueblo). Nunca olvidaré el
ensordecedor ruido de las bombas, los motores y las campanas
alertando al pueblo. El miedo me sobrecogió; pese a llevar 2 años
viviendo en un país en guerra, jamás la había tenido tan cerca.
Corrí desbocado hacia el pueblo, pero a medida que me acercaba veía
a la gente huyendo, aterrorizada. Intenté avanzar, pero la
muchedumbre me arrastró y cuando me di cuenta, ya me encontraba en
el monte; desorientado y solo, pensando en mis seres queridos........
GANADOR
2º CICLO:
Luis
Ordás Álvarez. 4º A.
Seguí
avanzando por el escarpado paso de la montaña para poder acceder a
la zona situada tras la cumbre misma, donde se vislumbraban todos los
alrededores. El paso por el que iba ser la única senda para
atravesar la gran cordillera que separaba 2 vastas regiones. Por
encima de una altitud determinada, empezaron a caer densas cantidades
de nieve y una niebla espesa cubrió el poco campo de visión que ya
en ese momento tenía. Estaba muy cansado y tenía bastante frío,
pero continué dado la poca distancia que me separaba de la cima.
Hacía dos años que no veía a mi familia ni a mis hijos, y pensar
que dentro de poco tiempo íbamos a estar otra vez reunidos me
impulsó a seguir adelante.
A
la derecha del sendero encontré una cueva que parecía bastante
acogedora, así que decidí quedarme allí hasta que la ventisca
cesara. Eran curiosos los monumentos naturales que se originaban en
una zona en la que convergían dos climas opuestos; uno era una gran
zona desértica, con continuas tormentas, con un clima con grandes
variaciones de temperatura entre el día y la noche. Esto, junto con
el clima de montaña y taiga que había en esta cordillera, provocaba
que se crearan estatuas heladas con figuras concretas de las que
colgaban estalactitas de hielo con una enorme belleza. Esta visión
junto con las ganas de llegar a mi casa, me ayudó a levantarme para
continuar mi periplo de vuelta, mientras la ventisca amainaba y
llegaba hasta el pueblo de la cumbre. Allí, recogí provisiones y
pude ver a mi amada ciudad, con la que me reencontraría dentro de
poco. Me preguntaron unos aldeanos al verme con mi uniforme carmesí,
acerca de la guerra en la que habíamos participado, a lo que les
respondía que habíamos ganado, aunque solo sobrevivimos yo y otro
grupo que perdí en la inmensidad del bravío océano...
ACCÉSIT
PRIMER CICLO:
Clara
Mateos Gutiérrez. 1º A.
Querido
lector:
No
sé quién, ni cuándo se leerá esto; no sé el motivo por el que se
te ha ocurrido abrir este sobre, quizás seas muy curioso o …, en
fin, no importa; no sé quién eres, pero me gustaría que prestaras
un poco de atención, porque ésta es mi historia.
Era una fría mañana de febrero. Ese día hacía ya veinte años de
aquel trágico accidente de coche en el que, por un golpe en la
cabeza, perdí la memoria y no recuerdo absolutamente nada antes de
aquello.
Perdón
me estoy desviando del tema. Aquella mañana como todas las demás,
salí a pasear, pero decidí ir por un camino diferente, ese fue mi
error, o quizás no, quizás fue la mejor idea que pude haber tenido,
no lo sé.
Después
de varios minutos caminando, sin tener ni idea de hacia dónde me
dirigía, pude comprobar que aquella calle por la que caminaba,
ancha, rodeada de árboles, por la que no transitaba ningún coche...
Me era conocida aunque, en aquel momento, aseguraría no haber pasado
por ella nunca, o al menos, no que yo recordara...
ACCÉSIT
2º CICLO:
Alba
Domínguez Pañero 3º B.
Allí
estaba Ana. Como la mayoría de los días se hallaba en su despacho.
Estaba harta de su rutina diaria, despertarse, ir a trabajar,
regresar a su apartamento, comer y pasarse toda la tarde en su sofá
de cuero blanco arropada con su manta de terciopelo rojo y un tarro
de chocolate negro en su mano derecha. Ese día, la cabeza no le
permitía concentrarse en la tonelada de informes que descansaban
cómodamente sobre su mesa de cristal, lo único que hacía era mover
entre sus dedos aquella pluma dorada que había conseguido en la
convención pasada. Cuando las agujas del reloj marcaron las tres,
Ana abandonó su despacho, el eco del portazo resonó como una gran
bola metálica cayendo sobre el suelo y después de eso, la oficina
quedó desierta, oscura, silenciosa, impenetrable.
Atravesó
el rellano que le conducía a su casa, entró, se sentó en el sofá,
la fría sensación del cuero le proporcionó una delicada caricia
sobre las piernas y finalmente, sus ojos se cerraron como dos
portones de acero intentando proteger un castillo. Un pequeño haz de
luz que se filtraba tímidamente por las rendijas de la ventana hizo
que se despertara. Había sufrido un funesto sueño sobre el tópico
bastante conocido: “tempus fugit”,
esto le había hecho reflexionar y darse cuenta de que lo más
importante era aprovechar cada momento de sus vida como si no hubiera
un mañana y eso le dio una idea …